La lámina aislante para radiadores comprende materiales reflectantes especializados diseñados específicamente para aplicarse detrás de los elementos calefactores con el fin de mejorar la eficiencia térmica y prevenir la pérdida de calor a través de los cerramientos del edificio. Estos productos suelen presentar una construcción multicapa con un núcleo de espuma de celdas cerradas o fieltro de fibra de vidrio unido a una lámina de aluminio de alta pureza (a menudo del 99,4 % de pureza) orientada hacia la fuente de calor. El principio básico de funcionamiento aprovecha la baja emisividad de la lámina (típicamente entre 0,03 y 0,05) para reflejar la radiación infrarroja que de otro modo sería absorbida por las estructuras de las paredes. Esta reflexión redirige la energía térmica de vuelta al interior de la habitación, aumentando la potencia calorífica efectiva de los radiadores mientras se reduce el consumo energético. El espesor estándar oscila entre 3 mm y 10 mm, equilibrando rendimiento y limitaciones de espacio detrás de las unidades calefactoras. El núcleo aislante proporciona una resistencia adicional a la transferencia de calor por conducción, mientras que la superficie de lámina actúa como barrera de vapor, evitando la condensación de humedad en muros exteriores fríos. La instalación requiere crear una cámara de aire entre la superficie reflectante y el radiador, lo cual se consigue típicamente mediante su fijación a la pared y no mediante contacto directo con el elemento calefactor. Las mejoras en el rendimiento suelen oscilar entre un 5 % y un 20 % de mayor eficacia del radiador, dependiendo de la construcción original de la pared y de la calidad de la instalación. Además del ahorro energético, estos materiales protegen las superficies de las paredes frente a la degradación por calor y previenen el deterioro del pintado tras décadas de funcionamiento. La fabricación moderna incorpora aditivos ignífugos que cumplen con las normas internacionales de seguridad (UL94, Clase 1 de propagación de llama) y adhesivos de bajo contenido en compuestos orgánicos volátiles (VOC) para mejorar la calidad del aire interior. Existen versiones especializadas, como modelos autoadhesivos para facilitar la instalación, opciones perforadas para aplicaciones de gestión de humedad y variantes resistentes a altas temperaturas para sistemas calefactores industriales. El periodo de retorno económico suele situarse entre una y dos temporadas de calefacción, lo que convierte a este sistema en una de las medidas de conservación de energía más rentables tanto para edificios residenciales como comerciales con sistemas de calefacción hidrónicos o eléctricos.